martes, abril 22, 2014

El Lalo




Con el Lalo solíamos caminar por la calle paralela a la que circulaba la gran mayoría de las personas en nuestra ciudad, en muchas ocasiones conversábamos de la eminente invasión extraterrestre o de los espíritus que habitan en los cementerios que solo eran perceptibles para aquellos que poseíamos una sensibilidad especial a los fenómenos paranormales, por lo menos, una vez por semana nos íbamos a parar frente a la puerta del cementerio a escuchar algún ruido que probase nuestra hipótesis, que planteaba que las almas atormentadas se quedan con nosotros hasta que algún ser viviente las autoriza a viajar al destino que les espera.

Teníamos diecisiete años. Esperábamos los resultados de la PAA e indudablemente nuestras vidas ya no girarían en torno a los temas esotéricos, afortunadamente no teníamos tiempo de preocuparnos de eso. Lalo dibujaba y me hacía dibujar, como nunca desarrolle mi capacidad artística, debo decir que mis bocetos eran penosos, con fortuna lograba dibujar un círculo imperfecto con otro círculo pequeño en la parte superior que representaba un hombre gordo, mi otra especialidad era un círculo interrumpido en su parte superior por un triángulo, que con mucho esfuerzo y la inclusión de ojos y boca representaban un chino, a Lalo le fascinaba burlarse de mis dibujos y me regalaba los paisajes que pintaba con la tempera barata que nos regalaban en la escuela.

Cuando nos entregaron los resultados de la PAA, ambos nos sorprendimos por lo cercano de nuestros resultados, teniendo en cuenta que los dos últimos años de la enseñanza media fuimos a desequilibrar el sistema autoritario y moral impuesto por la dictadura y reproducido fielmente por la escuela, con travesuras inocentes, que para la época eran acciones terroristas, logramos un puntaje que nos brindaba la posibilidad de postular a una universidad estatal e ingresar sin problemas considerando los puntajes de cohorte del año anterior.

Hasta el último día en que nos despedimos dándonos la mano y deseándonos suerte, sopese la consecuencia trascendente que para mi vida sería separarme de mi único gran amigo y que nunca más lo vería y volvería a sentir la sensación de estar con alguien que entendiera la complejidad de comprender que las calles paralelas a las transitadas por la mayoría de la gente son necesarias para construir el sentido de las cosas importante que ocurren en la vida.

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