Golpea la puerta, son las ocho y cuarto de la mañana, ingresa a una oficina pequeña y se sienta frente a frente a quien debería ser la persona que le solucione el problema que arrastra hace veintiocho días y que cree que nadie le ha solucionado.
- ¿En que la puedo ayudar?
- ¿Qué me ofrece?
- ¿Con respecto a la situación?
- Claro, me imagino que le contaron.
- Sí estoy al tanto por medio de mi jefe.
- Bueno entonces que me ofrece.
- Primer le quiero aclarar que la situación que ha llevado a cabo es completamente irregular y no se encuentra estipulada en ninguna parte de nuestros procedimientos y no creo que se el camino correcto y ante eso le propongo la alternativa de hacerlo de la manera totalmente opuesta.
- Para usted es tan fácil, me dice esto tan livianamente sin darse cuenta de mi problema.
- Mi labor es otra, si desea estampar una denuncia a su problema debe hacerlo en las instancia respectivas.
- ¿A quién?
- Al funcionar que corresponde.
- ¿Para qué? Hable con su jefe y no me dio solución. Además que saco de contarle a usted que no tiene relación directa con el problema.
- Trato de darle solución en lo que me compete y creo que la alternativa que le planteo es la más conveniente pero necesito un respaldo.
- Aquí lo tiene.
- Bien. En este caso se realiza una resolución escrita comunicada a todos los involucrados y se procede a terminar su vinculo con nuestra institución.
- Me parece.
- Mañana a primera hora tengo sus papeles.
- Ok. Buenos días.
- Buenos días, espero que esté bien
Cierra la puerta suavemente y la tensión permanece en el ambiente. Otro día en la oficina con diferentes problemas del mismo tipo sin permiso para la reflexión, ya que, lo próxima hora está destinada a una nueva atención.
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