Ilusión del control

Tradicionalmente se entiende que lo que perdura por un prolongado tiempo es positivo para el sistema y da fe de que las cosas están funcionando, más aún, si aquello que es permanente causa la sensación de resultado, afianza la estabilidad y por su consiguiente ilusión de control.
En contraposición, cuando se insertan innovaciones, cualquieras sean estas, la misma gente manifiesta su descontento y realizan todos los esfuerzos posibles para volver a lo que “había funcionado por tanto tiempo” que en muchas ocasiones nunca había sido evaluado.
La evaluación permanente de lo que se hace, con estándares claros, compartidos y objetivables a través de una construcción participativa y pública, posibilita dinamizar el sistema y readecuarlo tantas veces sea necesario a las necesidades autorreferenciales del mismo y a su adecuación a las dinámicas cambiantes del entorno. Esto quiere decir que no existe una institución desvinculada de su entorno, lo que se traduce en una irradiación permanente de información distinguible y seleccionable.

Desconocer la necesidad de actualizarse, es redactar un certificado de defunción. Por lo tanto y respondiendo a lo imperioso de ajustarse a la dinámica de un entorno cambiante, sea hace necesario estar atento a generar formas de trabajo que posibiliten innovar en función de generar las mejores condiciones para superar resultados y evaluar permanentemente el trabajo.