lunes, agosto 21, 2006

Encontre el sentido

Mucho sentido, eso es, sentido es el concepto que me permite hacer las cosas que hago. Cuando no le encuentro sentido a algo lo hago pero no con la pasión ("emoción") con que realizo aquellas cosas a las que le encuentro sentido. Ahora bien ¿El sentido se busca o está oculto en los más profundo de mi ser? Creo que siempre está, pero en una permanente búsqueda.
Un día plantié en una reunión de profesores que las únicas cosas en educación que me apasionan son aquellas a las que les encuentro sentido, obviamente como siempre nadie me escucho (jajajajaja) algo bastante gratificante en todo caso. Puede ser que la intervención no tengo una carga simbólica demasiado profunda pero le encuentro sentido.
Buscar sentido a las cosas no es algo simple requiere de una disciplina rigurosa, se necesita ser un buen observador y atento crítico, habilidades que te sitúan en el lado antipático del mundo. Te comienzas a dar cuenta que la búsqueda de sentido y la explicitación de este fenómeno es un acto algo dirruptivo en mi contexto de desarrollo profesional.
Buscar el sentido de mis actos y explicitarlo es como pasar a la trinchera de la antipatía, es ser el pesado que cuestiona y manifiesta su cuestionamiento haciendo perder el tiempo a aquellos relatores de la conformidad situados en sus decadentes vidillas, tan aburridas como la mía, pero con un desempeño profesional bastante irrelevante.
Por lo tanto, seguiré buscándole el sentido y explicitándolo cuando no lo encuentre frente a todo el que se me ponga por delante, quizás no tenga el millón de amigos que pretendía tener Roberto Carlos, pero dormiré tranquilo sintiéndo que lo que hago lo hago con ganas, aunque sea con ganas.
"Pobre pero digno"

4 comentarios:

Laucha dijo...

Hasta ahora mi pendejez me ha probado que hay dos buenas opciones a la hora desenvolverse en cualquier contexto. Una es la de ser un tipo que lleve al consenso, pero no por ello un mediocre conformista ni un pelmazo santurrón. Y la otra postura, que me he dedicado a desarrollar más, es la del juego absurdo. Y este absurdo tiene sentido (bonito juego de palabras ¿no?); esto porque de por si nuestra convivencia se funda en coordinaciones conductuales implicitas que el ser común y corriente no se preocupa de encausar, puesto que el homínido promedio actúa dejándose llevar por sus impulsos y conductas condicionadas (sobre todo por estas últimas). Así, el repertorio conductual de un hombre-masa es muy limitado y además, irreflexivo. en nuestra más tenmprana infancia, a partir del sin sentido se creaban estas extrañas manifestaciones y "bailes" en el fluir del emocionar, que se conocen como juego. en la adultez, por diversos motivos, el juego se deja, pero el sin-sentido no. O para ser exacto, todo es un juego (a lo Wittgenstein), solo que en la adultez ya no se explicita como tal e involucra reglas en las que uno sale perdiendo por más tiempo. considerando todo eso, un tipo desalineado y algo suspicaz (no por ello inteligente ni bondadoso) puede aprovechar las cisrcunstancias para encuausarlas hacia donde le plasca usando el sin sentido. Pero como ya es tarde, creo que se lo explico después. Aunque adelantando un poco, el juego absurdo resta las situaciones comunicativas cotidianas del cinismo típico de la adultez y reivindica el juego infantil, que, después de todo, debería ser la forma de comunicación que diebieramos aprender a conservar para toda la maldita vida.

Elias dijo...

Me parece que el absurdo es un mecanismo válido de llevar al extremo el juego del decir lo que se quiero sin decirlo explicitamente, casi como una ironía la vida es dejarse llevar por aquellos instintos que nos transforman en felices irresponsables de nuestro actos y nos potencian nuestra singularidad, fenómeno tan dañino para el sistema. Donde el absurdo deja de perder funcionalidad es en la socialización de metas sociales, este ejercicio necesita de algún grado de provocación más individual aunque también social. Me explico, reivindicar el sentidod e singularidad trae consigo apropiarse de la necesidad teleológica de ser un individuo en constante cambio en búsqueda de sus sueños y deseos complementandos con una permanente resistencia a aquellos que pretenden imponer la regla de lo correcto.
Esta singularidad es la que se crea en el hacer y reflexionar nuestros haceres. Para aprender hay que cambiar y para cambiar hay que hacer y para hacer hay que ser más que en un sentido netamente convencional (de reconocimiento singular) en un sentido operativo, es proponer transformaciones sociales buscando el ideal de la autonomía y transformación en la singularidad del reconocimiento de la diversidad y la complejidad creciente.

Laucha dijo...

Creo que eso es sólo una aplicaciòn del juego absurdo. Por lo demàs, la más extendida. Yo creo en jugar, en el sentido de construir nuevos espacios de conversación. Prácticamente, convertir nuestra experiencia cotidiana en arte. Hacer lenguaje. Ser creativo para comunicar, y bajo la misma dinàmica de juego, cambiar. Una regla para el juego absurdo que propongo es precisamente estar dispuesto a cambiar. Lo cual se confunde con estar dispuesto a ser uniformizado. Basicamente, al descontextualizar mediante el absurdo, se coloca a ambas personas fuera de la dinámica fática y condicionada de la comunicación cotidiana, tan tìpica de las salas de espera. Al descontextualizar para construir, se pueden elaborar dinàmicas donde todo es mucho màs divertido y sincero. Espero no haber sonado cursi.

Elias dijo...

Me parece super interesante, legítimo y pertinente. Creo que es una estrategía de irrumpir en la monotonía de carácter estratégico. Es una forma de dirrupción que se sitúa desde la inteligencia del estar pero no estar.
No creo que sea cursi es astuto. Por mi parte prefiero otras estrategias pero con el mismo fin.