“Estamos a las puertas del desarrollo” es una afirmación que está instalada hace mucho tiempo en el discurso público. Algunos se atrevieron a plantear que al finalizar la primera década del siglo XXI seríamos un país desarrollado.
Mucha agua ha pasado bajo el puente y no estamos ni cerca de serlo. No faltan los optimistas que siguen insistiendo que nos falta poco y que si no fuera por la gran brecha que separa a los pocos que poseen mucho, con la gran cantidad que posee poco, estaríamos listos para codearnos con los países más desarrollados del orbe.
Como nos gusta buscar culpables, causas y realizar grandes diagnósticos de todos nuestros problemas como país, hace quince años atrás aproximadamente, una variedad de actores sociales, comenzó a buscar la receta para lograr el desarrollo, obviamente en el menor tiempo posible y ojala a bajo costo.
Luego de largos y grandes debates, entre quienes creen tener el monopolio de la inteligencia y la reflexión, se llegó a la conclusión de que la educación era clave para la movilidad social, mejorar la calidad de vida y lograr el desarrollo del país. Se puso la lupa en la condición en la que se encontraba la educación y como respondían las escuelas ante este tremendo desafío.
Resumiendo, podríamos decir que el gran resultado de estas indagaciones fue que la educación chilena era pésima por donde se le mirase. Algo bastante evidente, luego de sufrir una dictadura nunca antes vista en el país, que destruyó la educación en todos sus ámbitos, tratando de transformarla en un medio para afianzar los ideales ideológicos del gobierno ilegítimo de la época.
La recuperación de la Democracia estuvo acompañada de una reforma educacional que pretendía mejorar y más que nada levantar la pésima situación en la que se encontraba la educación y las escuelas. No se puede desconocer que se mejoraron algunas cosas, existió un aumento en la cobertura, muchos niños que en épocas pasadas no habrían ingresado a la escuela ocuparon lugares en los pupitres de las escuelas públicas. Aumentaron la cantidad de horas de clases, mejoró la infraestructura y las escuelas accedieron a computadores.
Lamentablemente los resultados de medición de pruebas nacionales e internacionales no mejoraron. Se observaba una tremenda inequidad y una brecha que reproducía una sociedad profundamente segmentada, en la cual se observa que si nacías pobre, tenías que estudiar en un colegio público y estabas destinado a ser obrero.
Se decidió evaluar a los docentes, porque según la ideología de la uniculpabilidad, eran estos los responsable de la pésima calidad de la educación. En esta etapa creo que estamos actualmente, lamentablemente para los buscadores de culpables les adelanto que el problema y la solución no están por ahí, ya que, los problemas son multicausales y presentan variadas alternativas de solución, generalmente interrelacionadas.
Pretender superar los resultados y que en la sala de clases los estudiantes y profesores puedan dar el cien por ciento para mejorar la educación es posible si existen las condiciones necesarias para se ejecuten procesos y productos de aprendizaje de calidad.
Hoy compiten colegios en los cuales existen estudiantes que van a comer, que viven abandonados en sus hogares, con gravísimos problemas familiares. Frente a otras escuelas en las cuales los estudiantes deben ir exclusivamente a estudiar, en cursos pequeños, con todos los materiales que necesitan y más encima con profesores particulares, financiados por sus propias familias, en los casos en los que no se logre aprender.
La real “Revolución en la educación”, parte por diferenciar la intervención en las escuelas de acuerdo a sus realidad particulares y dotarlas de las mejores condiciones, sin escatimar en gastos, para que el proceso educativo, que guía el docente, esté centrado exclusivamente en el aprendizaje y la enseñanza. Para eso un profesor debe poseer tiempos para preparar sus clases, intercambiar experiencias de aprendizaje exitosas con otros colegas, acceder a un mejor salario, invertir en libros actualizados de educación, etc., ya que, actualmente estamos involucrados en problemas al interior de la sala de clases, que muchos de los que estudiamos pedagogía, no tenemos la menor idea de cómo solucionar.
Mucha agua ha pasado bajo el puente y no estamos ni cerca de serlo. No faltan los optimistas que siguen insistiendo que nos falta poco y que si no fuera por la gran brecha que separa a los pocos que poseen mucho, con la gran cantidad que posee poco, estaríamos listos para codearnos con los países más desarrollados del orbe.
Como nos gusta buscar culpables, causas y realizar grandes diagnósticos de todos nuestros problemas como país, hace quince años atrás aproximadamente, una variedad de actores sociales, comenzó a buscar la receta para lograr el desarrollo, obviamente en el menor tiempo posible y ojala a bajo costo.
Luego de largos y grandes debates, entre quienes creen tener el monopolio de la inteligencia y la reflexión, se llegó a la conclusión de que la educación era clave para la movilidad social, mejorar la calidad de vida y lograr el desarrollo del país. Se puso la lupa en la condición en la que se encontraba la educación y como respondían las escuelas ante este tremendo desafío.
Resumiendo, podríamos decir que el gran resultado de estas indagaciones fue que la educación chilena era pésima por donde se le mirase. Algo bastante evidente, luego de sufrir una dictadura nunca antes vista en el país, que destruyó la educación en todos sus ámbitos, tratando de transformarla en un medio para afianzar los ideales ideológicos del gobierno ilegítimo de la época.
La recuperación de la Democracia estuvo acompañada de una reforma educacional que pretendía mejorar y más que nada levantar la pésima situación en la que se encontraba la educación y las escuelas. No se puede desconocer que se mejoraron algunas cosas, existió un aumento en la cobertura, muchos niños que en épocas pasadas no habrían ingresado a la escuela ocuparon lugares en los pupitres de las escuelas públicas. Aumentaron la cantidad de horas de clases, mejoró la infraestructura y las escuelas accedieron a computadores.
Lamentablemente los resultados de medición de pruebas nacionales e internacionales no mejoraron. Se observaba una tremenda inequidad y una brecha que reproducía una sociedad profundamente segmentada, en la cual se observa que si nacías pobre, tenías que estudiar en un colegio público y estabas destinado a ser obrero.
Se decidió evaluar a los docentes, porque según la ideología de la uniculpabilidad, eran estos los responsable de la pésima calidad de la educación. En esta etapa creo que estamos actualmente, lamentablemente para los buscadores de culpables les adelanto que el problema y la solución no están por ahí, ya que, los problemas son multicausales y presentan variadas alternativas de solución, generalmente interrelacionadas.
Pretender superar los resultados y que en la sala de clases los estudiantes y profesores puedan dar el cien por ciento para mejorar la educación es posible si existen las condiciones necesarias para se ejecuten procesos y productos de aprendizaje de calidad.
Hoy compiten colegios en los cuales existen estudiantes que van a comer, que viven abandonados en sus hogares, con gravísimos problemas familiares. Frente a otras escuelas en las cuales los estudiantes deben ir exclusivamente a estudiar, en cursos pequeños, con todos los materiales que necesitan y más encima con profesores particulares, financiados por sus propias familias, en los casos en los que no se logre aprender.
La real “Revolución en la educación”, parte por diferenciar la intervención en las escuelas de acuerdo a sus realidad particulares y dotarlas de las mejores condiciones, sin escatimar en gastos, para que el proceso educativo, que guía el docente, esté centrado exclusivamente en el aprendizaje y la enseñanza. Para eso un profesor debe poseer tiempos para preparar sus clases, intercambiar experiencias de aprendizaje exitosas con otros colegas, acceder a un mejor salario, invertir en libros actualizados de educación, etc., ya que, actualmente estamos involucrados en problemas al interior de la sala de clases, que muchos de los que estudiamos pedagogía, no tenemos la menor idea de cómo solucionar.
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