En una etapa de mi vida me tomaba las cosas muy en serio. Era como Chile, país en que todo se toma exageradamente enserio, de pequeño te dicen que no hay que bromear con la bandera, respetar a la “autoridad”, ser “prudente” y mesurado en lugares públicos y una serie de sentencias que nos transforman en “tontos graves”, seres ansiosos por responder a las expectativas de los otros y reprimidos en decir y hacer las cosas que se nos da la ganas.
Mejor no me visto así porque se pueden reír de mí y otras cosas que tengo claro que los que leen asocian completamente a experiencias represivas de nuestro derecho a manifestar las ganas de hacer estupideces que nos liberen y hagan felices.
En una etapa llegué a ser tan patético que pensé que era mi trabajo, o sea, perdí el foco, me dejé llevar por la ilusión del reconocimiento y el anhelo de la perfección y me obsesioné por demostrar que era capaz de…, afortunadamente me di cuenta de que cuando más distante estoy de confundirme con las acciones que debo desempeñar en mi roles y actúo siempre pensando que lo que hago, lo hago en un espacio de movilidad limitado, adopto una actitud de descompromiso comprometido, ya que nadie es indispensable, y la motivación nace cuando hacer las cosas significa ayudar a otros, sin pensar en mi ego.
Así que para todos aquellos que se toman las cosas demasiado en serio en los distintos roles que deben desempeñar, les dijo que ser jefe de algo o tener alguna couta de autoridad en lo que sea, es una circunstancia momentánea, que más que una realidad es una ficción creada para funcionalizar este mundo que necesita una lógica predecible para que los pastorcitos puedan controlar a su manada.
Parece que sigo tomándome las cosas demasiado en serio.
Mejor no me visto así porque se pueden reír de mí y otras cosas que tengo claro que los que leen asocian completamente a experiencias represivas de nuestro derecho a manifestar las ganas de hacer estupideces que nos liberen y hagan felices.
En una etapa llegué a ser tan patético que pensé que era mi trabajo, o sea, perdí el foco, me dejé llevar por la ilusión del reconocimiento y el anhelo de la perfección y me obsesioné por demostrar que era capaz de…, afortunadamente me di cuenta de que cuando más distante estoy de confundirme con las acciones que debo desempeñar en mi roles y actúo siempre pensando que lo que hago, lo hago en un espacio de movilidad limitado, adopto una actitud de descompromiso comprometido, ya que nadie es indispensable, y la motivación nace cuando hacer las cosas significa ayudar a otros, sin pensar en mi ego.
Así que para todos aquellos que se toman las cosas demasiado en serio en los distintos roles que deben desempeñar, les dijo que ser jefe de algo o tener alguna couta de autoridad en lo que sea, es una circunstancia momentánea, que más que una realidad es una ficción creada para funcionalizar este mundo que necesita una lógica predecible para que los pastorcitos puedan controlar a su manada.
Parece que sigo tomándome las cosas demasiado en serio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario