Otra vez la educación en el debate. Reformas anunciadas con bombos y platillos, que se transforman en buenas noticias para aquellos que estamos directamente o indirectamente involucrados en esta problemática que tiene repercusión nacional. Porque guste o no, la educación es un tema país, lo que implica un debate país, o sea, de los estudiantes, gobernantes, profesores, padres, apoderados, asistentes de la educación, el ciudadano chileno y cualquier otro que no incluí en esta columna.
Durante este último tiempo he tenido la sensación de que el debate en torno a la educación es excluyente, que las temáticas se manejan con un lenguaje lejano e inaccesible y que en muchas ocasiones las directrices de funcionamiento se diseñan y comunican verticalmente, sin generar los espacios para el debate y la reflexión, dos ejercicios intelectuales de gran importancia en la formación integral de las personas.
Lamentablemente, para quien que creen que la educación al igual a otras disciplinas “científicas” y debería poseer terminología restringida para cualquier ciudadano normal, le dijo que está completamente equivocado. La educación es un patrimonio de todos, conversable y debatible, debido a que, es la plataforma formadora de las personas que construyen el presenten y dirigirán, en parte, la sociedad del futuro.
Cuando un padre envía su hijo al colegio ¿Tendrá claro cual es el propósito que este posee para formarlo integralmente como persona? Porque quiéralo o no, no es lo mismo un colegio católico o uno laico, uno de un estrato socioeconómico alto a otro en el cual sus estudiantes poseen escasos recurso. Todas las escuelas poseen características diferentes y valores que articulan sus prácticas, que sin ser diametralmente opuestas, entregan un valor agregado a la formación integral, valórica, ética y moral de un estudiante, que debe ser informado, conocido y comprendido por los padres.
La labor informativa de las instituciones educativa es declarar y difundir sus intencionalidades y principios formadores y el deber ciudadano de los padres es solicitar la información a la escuela, que como institución debe ir más allá del ejercicio cotidiano de hacer clases. Puesto que, la escuela no es un preuniversitario. No se trata de tener sentados a niños y jóvenes mirándose las nucas durante una excesiva cantidad de horas diarias, tratando de llenarles las cabezas de información, que se transformará en obsoleta en muy poco tiempo, con métodos de enseñanza anticuados, centrados en la receptividad de información y posterior traslado a un papel de forma escrita, o sea, responder una prueba. O peor aún, adiestrarlos para responder preguntas de selección múltiples de la PSU o preguntas SIMCE. Si no fuera, por algunos trabajos grupales, la vista a la sala de computación y una que otra disertación ¿Qué ha cambiado en la forma de enseñar?
Actualmente en muchos países de otras latitudes se habla y escribe de una educación que desarrolla competencias para el mundo de la sociedad del conocimiento, que no se trata de formar obedientes manadas para ser mano de obra barata, todo lo contrario, generar una educación que responda a la formación de personas que sean capaces comprenderse para comprender el mundo, de tomar decisiones reflexiva, que permitan la construcción de una sociedad en la que la convivencia, la tolerancia y el respeto a la diferencia, sean los ejes articuladores de la sociedad del futuro. Entonces, ¿Cuál es la diferencia que ofrece la escuela en la que está su hijo? Y no dijo solamente en el plano académico, sino que apunto más a fondo, cuales son los principios de formación ética, valorica y moral de la persona, porque, quiéralo o no, son las personas con sus valores, actitudes, etc., las que deciden y construyen el mundo en el que queremos vivir.
La educación es la plataforma de la formación de personas en conocimientos, actitudes y valores, que repercutirán en la toma de decisiones futuras de nuestros actuales estudiantes y futuros gobernantes, profesionales o cualquier otra opción respetable de vida que un joven quiera tomar. Por lo tanto, construir los espacios de diálogos entre todos los que interactúan en la problemática educativa es un proyecto de un país que declara diariamente que desea mejorar la calidad de la educación, pero que en la práctica la obsesión está en mejorar resultados SIMCE, PSU y otras pruebas internacionales y no debatir en torno a los principios y directrices de formación integral de personas que el país desea, que vagamente son abordados en los Objetivos Fundamentales Transversales.
He ahí el debate ¿O no?
Durante este último tiempo he tenido la sensación de que el debate en torno a la educación es excluyente, que las temáticas se manejan con un lenguaje lejano e inaccesible y que en muchas ocasiones las directrices de funcionamiento se diseñan y comunican verticalmente, sin generar los espacios para el debate y la reflexión, dos ejercicios intelectuales de gran importancia en la formación integral de las personas.
Lamentablemente, para quien que creen que la educación al igual a otras disciplinas “científicas” y debería poseer terminología restringida para cualquier ciudadano normal, le dijo que está completamente equivocado. La educación es un patrimonio de todos, conversable y debatible, debido a que, es la plataforma formadora de las personas que construyen el presenten y dirigirán, en parte, la sociedad del futuro.
Cuando un padre envía su hijo al colegio ¿Tendrá claro cual es el propósito que este posee para formarlo integralmente como persona? Porque quiéralo o no, no es lo mismo un colegio católico o uno laico, uno de un estrato socioeconómico alto a otro en el cual sus estudiantes poseen escasos recurso. Todas las escuelas poseen características diferentes y valores que articulan sus prácticas, que sin ser diametralmente opuestas, entregan un valor agregado a la formación integral, valórica, ética y moral de un estudiante, que debe ser informado, conocido y comprendido por los padres.
La labor informativa de las instituciones educativa es declarar y difundir sus intencionalidades y principios formadores y el deber ciudadano de los padres es solicitar la información a la escuela, que como institución debe ir más allá del ejercicio cotidiano de hacer clases. Puesto que, la escuela no es un preuniversitario. No se trata de tener sentados a niños y jóvenes mirándose las nucas durante una excesiva cantidad de horas diarias, tratando de llenarles las cabezas de información, que se transformará en obsoleta en muy poco tiempo, con métodos de enseñanza anticuados, centrados en la receptividad de información y posterior traslado a un papel de forma escrita, o sea, responder una prueba. O peor aún, adiestrarlos para responder preguntas de selección múltiples de la PSU o preguntas SIMCE. Si no fuera, por algunos trabajos grupales, la vista a la sala de computación y una que otra disertación ¿Qué ha cambiado en la forma de enseñar?
Actualmente en muchos países de otras latitudes se habla y escribe de una educación que desarrolla competencias para el mundo de la sociedad del conocimiento, que no se trata de formar obedientes manadas para ser mano de obra barata, todo lo contrario, generar una educación que responda a la formación de personas que sean capaces comprenderse para comprender el mundo, de tomar decisiones reflexiva, que permitan la construcción de una sociedad en la que la convivencia, la tolerancia y el respeto a la diferencia, sean los ejes articuladores de la sociedad del futuro. Entonces, ¿Cuál es la diferencia que ofrece la escuela en la que está su hijo? Y no dijo solamente en el plano académico, sino que apunto más a fondo, cuales son los principios de formación ética, valorica y moral de la persona, porque, quiéralo o no, son las personas con sus valores, actitudes, etc., las que deciden y construyen el mundo en el que queremos vivir.
La educación es la plataforma de la formación de personas en conocimientos, actitudes y valores, que repercutirán en la toma de decisiones futuras de nuestros actuales estudiantes y futuros gobernantes, profesionales o cualquier otra opción respetable de vida que un joven quiera tomar. Por lo tanto, construir los espacios de diálogos entre todos los que interactúan en la problemática educativa es un proyecto de un país que declara diariamente que desea mejorar la calidad de la educación, pero que en la práctica la obsesión está en mejorar resultados SIMCE, PSU y otras pruebas internacionales y no debatir en torno a los principios y directrices de formación integral de personas que el país desea, que vagamente son abordados en los Objetivos Fundamentales Transversales.
He ahí el debate ¿O no?
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