Más de diez minutos utilizando toda la calefacción disponible de mi vehículo, tratando de descongelar este maldito parabrisas. Llegar atrasado a mi trabajo se ha vuelto una constante y mi jefe cree que se debe a una depresión que se supone que tengo por la perdida de mi padre. En más de una ocasión me ha dicho que estos son los momentos que marcan a las personas y él los comprende perfectamente. Cada vez que toca el tema me cuenta que debido a la muerte de su padre estuvo durante más de un año sin ganas de salir de su casa ni de relacionarse con nadie. Generalmente lo escucho atentamente, aunque más bien, diría que realmente me importa muy poco lo que vivió y como se siente, aún más, sus historias son tan repelentes como los consejos moralizante de mis tías cuando era niño o las llamadas de atención de mis profesores, que más que generar una toma de conciencia y cambio de actitud, producían unas ganas incontenibles de seguir experimentando y vivenciado experiencias nuevas, en una época de la vida en la cual las certezas estaban centradas en mis convicciones y deseos.
Finalmente logro generar un pequeño agujero de visibilidad en mi parabrisas que me permite conducir con algo de visibilidad a mi trabajo. Durante estas semanas el tiempo máximo de atraso habían sido 12 minutos, hoy batí el record, llegué atrasado 15 minutos. Habitualmente encuentro a mi jefe cara a cara en el pasillo que conecta la entrada principal del recinto con el lugar donde tengo que marcar mi tarjeta de ingreso, hoy no fue la excepción. Me saluda cordialmente, obviamente le respondo el saludo y comienza con típica platica cotidiana. Hoy el tema es como sacar el máximo provecho a las situaciones que ocurren durante día. Comienza preguntándome acerca del motivo de mi atraso, le menciono que se debió a las secuelas que dejó el frío matinal en mi parabrisas. Posteriormente me menciona lo desagradable del hielo matinal y me pregunta ¿Cómo te sentiste cuando no podías sacar el hielo de tu parabrisas? En un momento pensé que se las daba de psicólogo, luego una sensación molesta se apodero de mí. Que te importa lo que sentí o pensé, no me interesa decírtelo, acaso en algún momento me has preguntado si quiero charlar contigo, no te das cuenta que eres uno más con los que comparto oxígeno en el día y precisamente no eres el más agradable, por que no le preguntas lo mismo a tu señora después de tener su tercer orgasmo y gritar de placer cuando termina de tener sexo con el gerente de la empresa, o acaso no te das cuenta que el anillo que luce en las fiestas ni con el mejor de tus sueldos lo podrías comprar o quizás lo sabes, pero más te interesa mantener tu trabajo y tu “estándar de vida”, cosas que te impiden asumir la cruda realidad. Pero en fin, así estábamos, frente a frente, él con su pregunta y yo con mi dilema interno, responder lo que políticamente debería responder o mandarlo al diablo diciéndole lo que realmente pienso de él. Esta batalla duró muy poco, no existía forma de prolongarla más, al igual que mi jefe, opté por venderme al mejor postor, que en este caso es un sueldito de fin de mes que me permite satisfacer mis necesidades básicas y respondí que sentía rabia ver mi parabrisa congelado y perder la visibilidad por 10 minutos, que era muy importante llegar a la hora al trabajo y que la situación climática me tenía más que aburrido y me daban ganas de mandar todo a la mierda. Mi jefe quedó impactado y noté una cierta compasión en su rostro, que posteriormente traslado a las típicas palabras matinales que cotidianamente pronuncia, no te preocupes, no creo que tu falta de ganas de vivir sea por lo del auto ni el trabajo, creo que más bien son las secuelas de lo que estás viviendo, la muerte de un padre no es cualquier cosa, te diría que es lo más doloroso que puede pasar un hombre y que ese dolor no se termina nunca ¿Te conté cuanto tiempo pasé encerrado en mi casa sufriendo cuando se murió mi padre? Sí jefe ya me lo contó y le agradezco el gesto de dar a conocer su experiencia y tratar de que sea un aprendizaje para mí. Pero también tendría que contarle algo que no le voy a contar mientras me convenga, en esta empresa trabajan dos personas de apellido Solís, Andrés Pedro Solís Manríquez y Pedro Manuel Solís Arias, al primero nunca le ha gustado que le digan Andrés y la mayoría le dice Pedro o Pepo, a mí siempre me ha gustado que me digan Pedro pero para evitar confusiones la gente me dice el Oso, por que el mito popular en torno a mi persona dice que duermo más que un oso en invierno y que el ingreso a las 8:00 AM. es un tarea imposible. Ahora bien estimado jefe, cuando se dé cuenta que a Pepo se le murió su padre y no a mí me avisa, para que desde ese día ponga el despertador media hora más temprano.
Finalmente logro generar un pequeño agujero de visibilidad en mi parabrisas que me permite conducir con algo de visibilidad a mi trabajo. Durante estas semanas el tiempo máximo de atraso habían sido 12 minutos, hoy batí el record, llegué atrasado 15 minutos. Habitualmente encuentro a mi jefe cara a cara en el pasillo que conecta la entrada principal del recinto con el lugar donde tengo que marcar mi tarjeta de ingreso, hoy no fue la excepción. Me saluda cordialmente, obviamente le respondo el saludo y comienza con típica platica cotidiana. Hoy el tema es como sacar el máximo provecho a las situaciones que ocurren durante día. Comienza preguntándome acerca del motivo de mi atraso, le menciono que se debió a las secuelas que dejó el frío matinal en mi parabrisas. Posteriormente me menciona lo desagradable del hielo matinal y me pregunta ¿Cómo te sentiste cuando no podías sacar el hielo de tu parabrisas? En un momento pensé que se las daba de psicólogo, luego una sensación molesta se apodero de mí. Que te importa lo que sentí o pensé, no me interesa decírtelo, acaso en algún momento me has preguntado si quiero charlar contigo, no te das cuenta que eres uno más con los que comparto oxígeno en el día y precisamente no eres el más agradable, por que no le preguntas lo mismo a tu señora después de tener su tercer orgasmo y gritar de placer cuando termina de tener sexo con el gerente de la empresa, o acaso no te das cuenta que el anillo que luce en las fiestas ni con el mejor de tus sueldos lo podrías comprar o quizás lo sabes, pero más te interesa mantener tu trabajo y tu “estándar de vida”, cosas que te impiden asumir la cruda realidad. Pero en fin, así estábamos, frente a frente, él con su pregunta y yo con mi dilema interno, responder lo que políticamente debería responder o mandarlo al diablo diciéndole lo que realmente pienso de él. Esta batalla duró muy poco, no existía forma de prolongarla más, al igual que mi jefe, opté por venderme al mejor postor, que en este caso es un sueldito de fin de mes que me permite satisfacer mis necesidades básicas y respondí que sentía rabia ver mi parabrisa congelado y perder la visibilidad por 10 minutos, que era muy importante llegar a la hora al trabajo y que la situación climática me tenía más que aburrido y me daban ganas de mandar todo a la mierda. Mi jefe quedó impactado y noté una cierta compasión en su rostro, que posteriormente traslado a las típicas palabras matinales que cotidianamente pronuncia, no te preocupes, no creo que tu falta de ganas de vivir sea por lo del auto ni el trabajo, creo que más bien son las secuelas de lo que estás viviendo, la muerte de un padre no es cualquier cosa, te diría que es lo más doloroso que puede pasar un hombre y que ese dolor no se termina nunca ¿Te conté cuanto tiempo pasé encerrado en mi casa sufriendo cuando se murió mi padre? Sí jefe ya me lo contó y le agradezco el gesto de dar a conocer su experiencia y tratar de que sea un aprendizaje para mí. Pero también tendría que contarle algo que no le voy a contar mientras me convenga, en esta empresa trabajan dos personas de apellido Solís, Andrés Pedro Solís Manríquez y Pedro Manuel Solís Arias, al primero nunca le ha gustado que le digan Andrés y la mayoría le dice Pedro o Pepo, a mí siempre me ha gustado que me digan Pedro pero para evitar confusiones la gente me dice el Oso, por que el mito popular en torno a mi persona dice que duermo más que un oso en invierno y que el ingreso a las 8:00 AM. es un tarea imposible. Ahora bien estimado jefe, cuando se dé cuenta que a Pepo se le murió su padre y no a mí me avisa, para que desde ese día ponga el despertador media hora más temprano.
2 comentarios:
Jajaja...está genial amor.
Yo creo que en realidad la confusión la produjo lo bueno del cuento.
Una confusa confusión de tres.
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