El ignorante funcional es cordial, suspicaz, perspicaz, empático, sensible, romántico, asertivo, resiliente, carismático, proactivo, propenso al cambio y una serie de epítetos más que lo enarbolan como el chic@ ideal. Es un lider innato, accesible a todos, con una mueca de risa siempre en su rostro, un saludo cordial y un rostro compasivo, mientras no descubran sus intenciones o toquen sus intereses. Su capacidad sugerente ejerce un influjo seductor en los demás. Sus objetivos de vida están generalmente asociados al acceso alguna cuota de poder o beneficio económico. Para lograr tales fines es capaz de dedicar tiempo a escuchar a otros (aunque no tenga el más mínimo interés) y más aún más compartir sus intereses, si eso le permite estratégicamente lograr dar un paso para cumplimiento de sus metas que generalmente son a largo plazo.
Para muchos es el personaje ideal para liderar proyectos y encabezar grupos humanos. Se muestra avergonzado cuando lo reconocen públicamente, aunque en el fondo lo desea profúsamente.
Sólo pierde la compostura cuando es descubierto por otro ignorante funcional o por su enemigo máximo: “El caza ignorante funcional”. Quién, como buen pseudo defensor de la nobleza y los valores humanistas, tiene como misión develar y dejar en evidencia al ignorante funcional, para que de esta manera, la “masa de desvalidos” y seducidos por este personaje, reaccione y recobre su autonomía y libre albedrío a la hora de toma de decisiones.
Tarea difícil para el “caza ignorante funcional” que en muchas ocasiones, para la opinión pública, se transforma en un antiheroe bastante pesado y en ocasiones antipático, pero necesario para lidiar con las fuerzas del mal, que depende del prisma desde donde se mire, genera el equilibrio necesario que permite mantener la estabilidad necesaria para la convivencia humana, homologable a la lucha entre dios y el diablo, la U y Colo-Colo, Bonvalett y Caszely, Pamela Jiles y Argandoña, etc.
En conclusión y para aclarar mi postura, hoy estoy en la caza de un ignorante funcional. Le recomiendo preocuparse y que acumule miedo, por que un buen “caza ignorante funcional” es aquel que en algún momento de su vida fue un buen ignorante funcional.
Para muchos es el personaje ideal para liderar proyectos y encabezar grupos humanos. Se muestra avergonzado cuando lo reconocen públicamente, aunque en el fondo lo desea profúsamente.
Sólo pierde la compostura cuando es descubierto por otro ignorante funcional o por su enemigo máximo: “El caza ignorante funcional”. Quién, como buen pseudo defensor de la nobleza y los valores humanistas, tiene como misión develar y dejar en evidencia al ignorante funcional, para que de esta manera, la “masa de desvalidos” y seducidos por este personaje, reaccione y recobre su autonomía y libre albedrío a la hora de toma de decisiones.
Tarea difícil para el “caza ignorante funcional” que en muchas ocasiones, para la opinión pública, se transforma en un antiheroe bastante pesado y en ocasiones antipático, pero necesario para lidiar con las fuerzas del mal, que depende del prisma desde donde se mire, genera el equilibrio necesario que permite mantener la estabilidad necesaria para la convivencia humana, homologable a la lucha entre dios y el diablo, la U y Colo-Colo, Bonvalett y Caszely, Pamela Jiles y Argandoña, etc.
En conclusión y para aclarar mi postura, hoy estoy en la caza de un ignorante funcional. Le recomiendo preocuparse y que acumule miedo, por que un buen “caza ignorante funcional” es aquel que en algún momento de su vida fue un buen ignorante funcional.
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