lunes, junio 11, 2007

Opté

Cobijados bajo el alero de un casa de madera. Así nos encontrábamos, sin temor a una enfermedad, más bien, alegres, mirando la gente pasar. Reflexionando en torno al cambio que surge en la mirada de las personas en un día de lluvia. Sus rostros son lacónicos, parcos y algunos con su seño fruncido. También están los pequeños que ríen. Gozan las gotas que rebotan en el cemento y se esconden en sus pantalones, ellos quieren correr, saltar los charcos y sentir la emoción de sobrepasar los límites del discurso establecido por sus padres, que dice que es malo mojarse. Noooooo ¡Te puedes resfriar!
Que más da, si un resfriado también se puede encontrar después de un caluroso día de playa. Para los niños es vivir la vida a concho, es sentir la sensación de que nunca más se podrá repetir ese momento. Es el movimiento sin temor, es la confianza máxima, centrada en el impulso primigenio de la ruptura de la certeza, de liberarse de toda traba que ahuyente la sensación de temor y desconfianza. Al fin y al cabo, reflexionar si caminar por el charco de agua fue conveniente o no, es un acto posterior, innecesario muchas veces.
Así sigo mirando, con el desapego de continuar el rastro del niño o seguir la rabia del adulto. Es una bifurcación que limita mi capacidad de trasladarme a dos lugares en un mismo momento, pero que más da, eso soy, un ser limitado y estructura desde mi acceso a la realidad a través de mi experiencia. Desde mi conocimiento del mundo que establezco desde mis observaciones, que son incuestionables desde toda óptica de veracidad, por que en definitiva son las que me traen el mundo a mis manos. En síntesis, soy yo quien observo, describe, interpreta y reflexiona. Es mi derecho de sobrepasar las convenciones, de ser el niño que adquiere esa capacidad de moverse entre la lluvia. Es la acción, el movimiento. La capacidad de acceder a aquellas cosas que todos podemos acceder, pero que por temor, en muchas ocasiones dejamos pasar.
Opté por uno de los dos. Aunque suene tautológico, me di la posibilidad de elegir. Centré mi mirada en el niño y me traslade en el tiempo entre las gotas que se filtraban por el alero de la casa de madera y me encontré corriendo por la lluvia sin mayor preocupación de llegar lo más temprano posible a mi hogar para que mis padres no se den cuenta de lo mojado que estaba, por que como siempre me decían: “Ten cuidado que te puedes resfriar”.

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