domingo, mayo 13, 2007

Debajo de la Roca

Para todos era el último día. Nosotros también lo sabíamos. No sé si llorar o desesperarme. Muchos dicen que en situaciones limites se evalúan a las personas. Que en esos momentos aflora el ser que tenemos en nuestro interior sin caretas ni tapujos.
Estar cerca de la muerte es una experiencia única. Es valorar lo invalorable por última vez y creer que la sentencia de tu futuro esta sellada. Una cosa es estar sólo en estas situaciones y otra es estar abrazado con la persona que amas. Obviamente no es lo mismo. Sentir la respiración y el calor de quién te entrego tanto cariño y que fue permanente el pilar de la construcción de tus sueños es algo indescriptible.
Así estaban dadas las cosas. Eran las tres de la tarde del día veinte de Mayo del año 2007, gran parte del país estaba siendo afectado por un extraño fenómeno climático que generaba olas de un tamaño jamás antes visto, que tapaban con un gran manto celeste la cubierta del suelo. Los decesos eran por millones. Como cual película de ficción, el fin del mundo estaba próximo y el fenómeno que lo desencadena era incomprensible para la mente humana. ¿Será el calentamiento global? ¿El abuso de la tecnología? ¿El egoísmo humano? Nadie podía aventurar una respuesta acertada, lo único real y concreto, era que en unos minutos más dejaríamos de estar presentes en el mundo en el cual pretendíamos concretizar nuestros sueños.
Vivíamos en una isla, por lo tanto, la proximidad del mar hacia que nuestro deceso sea más breve. Para que arrancarnos si las olas cubrían espacios jamás conquistados por agua alguna. Por lo mismo estábamos frente a la costa. Abrazados. Observando como se recogían las olas y la fauna marina quedaba al desnudo frente a nuestros ojos.
Más que llorar nos dio por evocar nuestra historia de amor que nos unió hasta ese momento. Estábamos junto a la piedra donde por primera vez nos dimos un beso, un lugar que parecía una pequeña cueva donde el oxígeno quedaba atrapado por las sólidas paredes que constituía nuestra refugio de amor. Pensábamos que era un buen lugar para el fin. Volver al inicio era de alguna manera cerrar el círculo que nos vio nacer como pareja. La historia que comenzó una noche en la cual una simple llamada de teléfono, que por desconocido motivo, según ella, nos unió de por vida. Una llamada que pedía que nos juntáramos a conversar y divertirnos con nuestros amigos, sólo como conocidos, en un comienzo, sin saber que ese momento era el inicio de una relación que duraría hasta nuestra muerte.
El viento no era violento, por lo que decidimos dejar todas nuestras pertenencias que nos ataban al mundo debajo de la roca. Desapropiarnos del dinero, el celular, el exceso de ropa y todo aquello que no nos permitiese estar dispuesto el uno para el otro en el último minuto de nuestras vidas. Como toda situación terminal, evocamos nuestro pasado como pareja y lo hermoso que fue encontrarnos por la vida y estar juntos para siempre sin ni siquiera haberlo pensado, por que a diferencia de muchas parejas, nosotros compartíamos espacio anteriormente y nos sabíamos que existíamos el uno para el otro. Nos unimos y luchamos a pesar de estar separados en la distancia, esperando el momento de amarnos eternamente. Un día viajé y realice la mayor locura de mi vida, estar con ella dejando todo lo que había construido. Y fue la mejor decisión. Todo era ideal, pero nuestro fin no era por nuestras desavenencias, sino, por un maldito fenómeno natural. Pero la vida es así, nadie puede asegurar su final. Justo en el momento más feliz, con la persona que más he amado, me disponía a despedirme de este mundo, sin más consuelo que estar abrazado a su cuerpo esperando el final.
Como un vecino impertinente que no te deja leer tranquilamente un buen libro, su celular suena estridentemente debajo de la roca. Que fastidio. Ni morir tranquilo puedo sin que alguien me interrumpa. Ese es mi karma, justo cuando quiero hacer algo que me gusta alguien tiene que intervenir y romper ese momento sublime. Ella pensó que era una llamada urgente, los que nos obligo a mirar por el visor para ver el nombre de la persona que llamaba, antes de poder lograr divisar su nombre una gran ola cubrió completamente el lugar donde estábamos. Muchos creerán que dejamos de existir en ese momento. Para la sorpresa de la mayoría no fue así, la roca que nos cobijó en el inicio de nuestro idilio amoroso, se transformó en nuestro refugio de la ola que devastó el lugar donde vivíamos. Nuestra roca se transformó en una gran cueva que nos resguardo de la muerte, atrapó el oxígeno y permitió prolongar nuestra vida en esta tierra. Pero algo más increíble estaba por suceder, debajo de nuestro pies, justo en el lugar en el que más de alguna vez nos sentamos, encontramos un gran laberinto que conducía a un lugar habitado por otras personas que en esa misma roca en un momento de sus vidas se juraron amor eterno al igual que nosotros...

6 comentarios:

Laucha dijo...

quiza la gente feliz vive escondida del resto de los mortales, debajo de las rocas. es bueno que alguien de repente meta una camara para grabar lo que ocurre, para que, claro, los mortales comunes y corrientes aprendamos de los que encontraron eso... el amor.

esta enamorado, señor.

Anónimo dijo...

papito, y ese por mi recien descubierto perfil de ficcion, jaja, que paso ?
cuidate amigo
Carlos Leiva

Elias dijo...

Esa cámra está a disposición de todo aquel que se atreva mirar debajo de la tierra. Es una opción de un camino con ida pero sin vuelta.

Saludos..

Elias dijo...

Saludos Carlos. De todo en la vida.

Nos vemos..

Anónimo dijo...

Bonita historia. Al amor verdadero ni la ola más furiosa lo rompe, sí puede modificar su camino, pero no acabar con él, o más que modificar su camino, transformarlo, llevarlo a lugares donde sólo los amantes de verdad, aquellos que se aman sinceramente pueden llegar y sobrevivir.

Elias dijo...

Así es. Ahora lo importante es saber que ocurre en el laberinto debaje de la roca donde vive la gente felíz..


Adios