Segunda noche consecutiva que asisto al bar a escuchar a Charlie, las características del lugar son las mismas de la noche anterior, algunas caras se repiten otras son nuevas. Obviamente la música no cambia, perdón, sí cambia pero para mejor, el jazz se escucha cada vez más prístino en mis oidos. Me siento sólo en aquella pequeña mesa, el olor a tabaco penetra por mi nariz, me desagrado bastante pero lo asumo como parte del paisaje. La barra está más despoblada que la noche anterior. Dos muchachos beben cerveza frenéticamente y ríen de una forma tan exagerada que contagian a todos los que estamos en el bar. Seis mesa son las que están frente a la banda de música, cuatro están ocupadas, en tres están las típicas parejas que sólo escuchan la música como un ritual ficticio de cumplimiento de rol social de hacer creer a los otros que son eternos enamorados, pero desde lejos percibo que el amor dejo de ser su lazo de unión hace mucho tiempo. En la mesa contigua está una pareja de homosexuales, a ellos los siento enamorados, no sé si estará bien el término o quizás en estado de enamoramiento, en el fondo da lo mismo. Se tocan, se acarician, se besan, se ríen, si miran a los ojos y se apasionan con la música, ellos son los que aplauden más efusivamente cuando acaba cada pieza musical. Lo que más me gusta de su actitud frente a la vida es que le da lo mismo el entorno. Soy incapaz de saber si le da lo mismo o no, pero lo percibo así. Creo que estoy muy perceptivo este último tiempo.
El jazz me tiene totalmente transplantado a mis más ocultos deseos y pasiones. Alguien me habla, pero al igual que cuando leo no lo escucho sólo asiento con la cabeza como un gesto de saludo, luego de tanto insistir lo observo y es el señor S, un ex compañero de trabajo, el cree que lo considero amigo según lo que me confesó un día de diversión fuera del antro laboral. Lo invito a sentarse y beber una buena cerveza BOCK y disfrutar el Jazz de Charlie Parker. No sé como llegó a este lugar, no tiene el perfil de comensal de este bar, pero ya está, lo tengo a pocos centimetros y tendré que aguantar su bateria de palabras y conversaciones inócuas.
El señor S me pregunta si me interesaría acompañarlo a un disco a bailar con unas amigas que conoció hace una semana. "Amigas" le dije, el sonrie, le dijo que no me interesa y prosigue diciéndome:
- En realidad no te interesa.
- Para nada.
- No te creo.
- En serio.
- Pero a todo el mundo le interesa salir, bailar, hueviar con minas, comprar y hablar puras tonteras.
- Bueno yo no seré todo el mundo entonces.
- Jajajajaja, en realidad ¿Qué te interesa entonces?
- Leer, estar sólo un tiempo, jugar con mi perro, escuchar jazz, eternas conversaciones filosóficas sin fundamento, observar los comportamientos de los que me rodean, conversar nuevamente, ver películas, tomar un buen trago de vino o cerverza, jugar fútbol y lo más importante estar con ella y amarnos.
- Pero esas cosas le interesan a todos.
- Sí tu lo dices así sera, pero ¿Quiénes son todos? ¿Acaso tienes la capacidad de adentrarte en los pensamientos de los más de seis mil millones de seres humanos que habitan nuestro planeta?
- Obviamente que no, pero es una forma de decir.
- Esas formas de decir son las que me complican y me ponen en un rol evaluador entre los que me interesa escuchar y aquellos que no.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo que quieres escuchar.
- Mmmmmm.... ¿O sea no te interesa conversar conmigo?
- ¿Quién dijo que estamos conversando?
- ¿No estamos haciendo eso?
- No.
- Entonces ¿Qué estamos haciendo?
- Me estás interrogando.
- Jajajajajajajaja, tienes razón.
- Se puede tomar con una forma de conversación, pero me interesaría saber de tí.
- ¿Cómo así?
- Devolverte las preguntas.
- Ok.
- Me gusta salir con mis amigos, ir a un Pub, andar en auto, conocer algunas minas, acostarme con ellas, comprar ropa, echar la talla, ir al gimnasio a cultivar mi físico, ir al Portal o a cualquier lugar taquilla nuevo y eso. ¿Qué te parece?
- La firme.
- Sí.
- Me parece que tu vida es lo más normal del mundo, e incluso envidio tu capacidad de ajustarte al sistema.
- Que buena me envidias, yo pensaba que te iba a desagradar de acuerdo a lo que me contabas de la tuya.
- Nunca te dije que me agradaba.
- Entonces ¿Qué te parece mi vida?
- Una mierda.
- Que fuerte, no me gusta esa expresión.
- Una mierdita entonces.
- Por que me descalificas.
- Sólo digo lo que pienso.
- Sabes que más, andate a la mierda con tu aburrida vida de hueon fome, amargado, anormal y loco , lo más probable que quedes solo.
En ese momento el ciudadano S, se levanta de la mesa en la cual estabamos compartiendo un trago, mira de reojo a los músicos que tocaban foribundamente un pieza del jazz más clásico del mundo, asiente con la cabeza como signo de aprobación la virtuosidad de Charlie y con caminar raudo sin mirar a nadie más que sus futuros paso toma la manilla de la puerta y sale del local.
Por otro lado, creo que cometí un acto de excesiva sinceridad, que, obviamente, no es aconsejable en este medio. Más que mal, estamos todos sumerguidos en el mismo barro. ¿O no?
- Te deseo lo mejor.
Sólo en mi pequeña mesa sigo contemplando a Charlie y espero algún nuevo amigo que llegue a platicar de la vida y cuando termine nuestra conversación salga de este templo del jazz transformado en un ex amigo.
2 comentarios:
Es una excelente reconstrucción del diálogo que cualquier miembro de la cofradía de los ignorantes funcionales sostendría bajo una edénica sinceridad. Me saco el sombrero fernte a usted y su literatura.
Es que la ignorancia funcional está cobrando cuerpo. Sólo tiene un miembro, es quien habla, el segundo fue expulsado, pero creo que de aquí a unos 40 años se va a transformar en el movimiento que va a cambiar las estructuras pardigmáticas actuales. (jajajajaja)
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