domingo, junio 18, 2006

Sin Nombre

Anoche terminé de ver la película "La Secta de los sin nombres" (en dos días, anoche en Temuco y el otro día más al sur, ajajajajajj). Una film de suspenso que utiliza elementos de películas que no asustan a nadie como ring, el aro o el grito (en sus dos partes). Elementos como: imágenes aceleradas, sónido estridentes en momentos de suspenso, primeros planos a los rostros de los protagonistas y un guión rápido y sin mayores complicaciones.
La película narra la historia de un madre que pierde a su hija (cosa que nunca me quedó claro como) que es encontrada totalmente desfigurada en un lugar oscuro y pestilente.
Seis años después, esta madre, no puede recuperarse de esta perdida y comienza a tomar pastillas para calmar su neurosis.
Lamentablemente, para ella (creo), se separa de su marido, debido a que su estado neurótico le impide llevar una óptima vida matrimonial. Luego de seis años de estar en un estado de crisis, ve la luz al fondo del tunel, puesto que comienza a salir de su crisis (lentamente) y justo en esa época (como toda película) recibe un llamado de su hija, que supuestamente estaba muerta.
Ella nunca asumió la muerte de su hija. Nunca creyó en su muerte, debido a que su cuerpo y rostro estaban totalmente desfigurados, y eso la alento a seguir buscándola y también le acentuó su estado neurótico. Esa llamada le cambió la vida, generándo una serie de situaciones, que obviamente no voy a contar, que transforman el ritmo de la película desde un estado de letargo a un desenfranado juego de imágenes y ruidos estridentes. Con imágenes algo gore y situaciones terroríficas (que más que producirme susto casí me dejan sordo).
Lo que rescato de esta película, más que su proligidad actoral o destreza del director, es el título, ya que, la secta de los sin nombres me hace pensar si acaso es necesario tener un nombre.
Ante esa situación de gran trascendencia para la humanidad quiero manifestar que:
1. Cuando nací, nadie me preguntó si quería llamarme Eleazar, por lo tanto, reniego ese nombre. Fué un acto de total autoritarismo y prepotencia de mis padres.
2. Si no me preguntaron por mi nombre ¿Por qué tengo que tener un nombre? ¿Sólo por que la sociedad me lo impone?. Según la sabia de mi madre es así. Bueno madre me revelo ante tu sabiduría y desde hoy no quiero tener un nombre.
3. ¿Por qué me eligieron ponerme el nombre de mi padre? ¿No encontraron otro nombre más raro? Cómo nadie me pregunto y reniego a tener nombre, no acepto los nombres complicados que cuando me los preguntan tengo que decirlo por lo menos tres veces.
4. Y si el nombre es tan importante ¿Por qué todos terminan utilizando un sobrenombre para comunicarse?
Así que invito a toda la comunidad mundial a no tener nombre y si por alguna situación extraordinaria, tuviesen que llamarse de alguna manera, llamense como quieran llamarse. Se pueden llamar Patan, Boby, Pinochet, Barney, Garfield, Bachelet o como se les ocurra. Total no va a pasar nada, e incluso, puede ser una buena forma de desestructura este sistema neoliberal que necesita clasificar y ordenar a las personas para controlar y producir.
Y más aún, si todos somos diferentes ¿Por qué deberíamos tener nombre?
Chao.
P.D: Fome el partido de Francia con Corea.

2 comentarios:

Juan David Salazar dijo...

Somos la ramificación de nuestro ser. EL nombre es sólo un concepto de diferencia. Un tema de reconocer una especie de identidad y de no sentirse desnudos frente a la tormenta de voces y palabras. Estoy de acuerdo con no querer "llamarse" pero de una o de otra forma estamos...estamos pero no somos...(lee mi blog actualizado)

La gran DON David...

Elias dijo...

Somos aunque no nos llamames, somos diferente al estar, aunque no nos vean. Piensa ¿Cuantos eres y quién eres? ¿Eres todos o uno? ¿Eres quién quieres ser o quién te dijeron que seas?.
Siempre somos y eso nos es transable. Lo que nos digan y nos impongan es un juego que es agradable jugar, mientras sepamos que es un juego.

La gran Salazar. (con actitud)