Mientras abrazaba a bebé sentado en el sofá del living de mi casa, el televisor emitía el último programa juvenil de moda, las nubes cubrían el cielo nocturno y cabía la sensación de que era una tarde más en la cual deberíamos esperar a mi mujer que llegara del trabajo.
De un momento a otro observé que mi bebé miraba fijamente la puerta y su rostro comenzaba a traslucir una sensación de temor, pronunciando algunas palabras incomprensibles y abrazándome como si algo o alguien lo intentara agredir. No puedo negar que siempre he creído que la capacidad perceptiva disminuye con el tiempo y los bebes son capaces de ver lo que los adultos no vemos. Le pregunté que veía y me balbuceaba algunas palabras incomprensibles, quizás propias un niño de dos años. Me decidí a incorporarme para abrir la puerta y descubrir que se escondía detrás de ella, pero cuando lo traté de hacer mi bebé me abrazó muy fuerte y opté por no asustarlo más de lo que estaba y me quedé sentado en el sofá junto a él.
De un momento a otro, nuestra casa quedó completamente a oscuras, repentinamente el silencio se apoderó del lugar y mi bebé comenzó a susurrarme palabras en el oído. Temí que alguien ingresará a nuestra casa y pudiera hacernos daño, aunque era improbable debido a que la historia de asaltos en el barrio era inexistente.
La lluvia comenzó a caer copiosamente y con mi bebé subimos abrazados la escalera y nos escondimos en detrás del closet de mi pieza. Quizás fue una reacción instintiva de protección paternal, aunque sin sentido, ya que, nuestro hogar no era la suficientemente grande como para que no nos descubrieran. Nuestra casa tenía un living, tres dormitorios pequeños y un baño, estaba emplazada en un sector rural a veinte minutos de la ciudad y era de difícil acceso, ya que, estaba distanciada por un camino irregular de piedra suelta, alejado de la carretera dos kilómetros aproximadamente. Esta situación nos entregaba, como familia seguridad, pero a la vez desprotección al no tener vecinos cerca y estar tan distanciado de la policía.
Cada minuto la lluvia comienza a golpear más fuerte el techo de la casa, impidiendo escuchar con nitidez lo que ocurre en el exterior. Siento más temor y creo que se lo transfiero a mi bebé que sigue aferrado a mis brazos.
Luego de dos minutos de no sentir que no se producían nuevos ruidos en la puerta, creí que todo había pasa, pero en ese preciso instante alguien abre la puerta y comienza a caminar por el living. Mi bebé me abraza más fuerte, trato de buscar algún objeto contundente que me permita defenderme…
De un momento a otro observé que mi bebé miraba fijamente la puerta y su rostro comenzaba a traslucir una sensación de temor, pronunciando algunas palabras incomprensibles y abrazándome como si algo o alguien lo intentara agredir. No puedo negar que siempre he creído que la capacidad perceptiva disminuye con el tiempo y los bebes son capaces de ver lo que los adultos no vemos. Le pregunté que veía y me balbuceaba algunas palabras incomprensibles, quizás propias un niño de dos años. Me decidí a incorporarme para abrir la puerta y descubrir que se escondía detrás de ella, pero cuando lo traté de hacer mi bebé me abrazó muy fuerte y opté por no asustarlo más de lo que estaba y me quedé sentado en el sofá junto a él.
De un momento a otro, nuestra casa quedó completamente a oscuras, repentinamente el silencio se apoderó del lugar y mi bebé comenzó a susurrarme palabras en el oído. Temí que alguien ingresará a nuestra casa y pudiera hacernos daño, aunque era improbable debido a que la historia de asaltos en el barrio era inexistente.
La lluvia comenzó a caer copiosamente y con mi bebé subimos abrazados la escalera y nos escondimos en detrás del closet de mi pieza. Quizás fue una reacción instintiva de protección paternal, aunque sin sentido, ya que, nuestro hogar no era la suficientemente grande como para que no nos descubrieran. Nuestra casa tenía un living, tres dormitorios pequeños y un baño, estaba emplazada en un sector rural a veinte minutos de la ciudad y era de difícil acceso, ya que, estaba distanciada por un camino irregular de piedra suelta, alejado de la carretera dos kilómetros aproximadamente. Esta situación nos entregaba, como familia seguridad, pero a la vez desprotección al no tener vecinos cerca y estar tan distanciado de la policía.
Cada minuto la lluvia comienza a golpear más fuerte el techo de la casa, impidiendo escuchar con nitidez lo que ocurre en el exterior. Siento más temor y creo que se lo transfiero a mi bebé que sigue aferrado a mis brazos.
Luego de dos minutos de no sentir que no se producían nuevos ruidos en la puerta, creí que todo había pasa, pero en ese preciso instante alguien abre la puerta y comienza a caminar por el living. Mi bebé me abraza más fuerte, trato de buscar algún objeto contundente que me permita defenderme…
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