Apoyar al que se deja apoyar y persuadir al que necesita ayuda. A veces creo que es la tarea más compleja del mundo, pero en todo caso, es parte de un objetivo diario. En ocasiones el privilegio de la razón y la retención de aquello que creemos verdadero nos atrapa contra la pared y envuelve en el ego que lamentablemente es la peor prisión de todas, ya que, limita la capacidad de verse.
Cuando dejo de proyectar y cubrir las expectativas de los otros y soy en función de reconocer al otro en la ayuda, creo que me estoy reconociendo.
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