En todas las ciudades del mundo hay una Galvarino Street, la cual termina en un cementerio que invita a recrear la curiosidad y deseos de explorar lo desconocido en busca del desafío de la experiencia que te permita contar que viste algo que crees pero no es, porque no puedes verificar su presencia. Aunque sigue siendo en la medida que crees y sientes, pero la persistencia de estar cotidianamente en las afueras sin ingresar y no haberlo llevado a cabo nunca, pero haberlo planificado muchas veces, hace revivir la sensación de que es posible creer y sentir lo inexplicable. Aunque, general y finalmente es un pretexto para compartir espacios de amistad y experiencias en común, alejados de las avenidas transitadas y pobladas de miradas invasivas, recreando un espacio de soledad, propio de quienes creemos que el silencio y detalles imperceptibles son la poesía que construye el registro de recuerdos que se reconstruye permanentemente en el caminar permanente que es la vida.
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