Con el Lalo solíamos caminar
por la calle paralela a la que circulaba la gran mayoría de las personas en
nuestra ciudad, en muchas ocasiones conversábamos de la eminente invasión
extraterrestre o de los espíritus que habitan en los cementerios que solo eran
perceptibles para aquellos que poseíamos una sensibilidad especial a los
fenómenos paranormales, por lo menos, una vez por semana nos íbamos a parar
frente a la puerta del cementerio a escuchar algún ruido que probase nuestra
hipótesis, que planteaba que las almas atormentadas se quedan con nosotros
hasta que algún ser viviente las autoriza a viajar al destino que les espera.
Teníamos diecisiete años.
Esperábamos los resultados de la PAA e indudablemente nuestras vidas ya no
girarían en torno a los temas esotéricos, afortunadamente no teníamos tiempo de
preocuparnos de eso. Lalo dibujaba y me hacía dibujar, como nunca desarrolle mi
capacidad artística, debo decir que mis bocetos eran penosos, con fortuna
lograba dibujar un círculo imperfecto con otro círculo pequeño en la parte
superior que representaba un hombre gordo, mi otra especialidad era un círculo
interrumpido en su parte superior por un triángulo, que con mucho esfuerzo y la
inclusión de ojos y boca representaban un chino, a Lalo le fascinaba burlarse
de mis dibujos y me regalaba los paisajes que pintaba con la tempera barata que
nos regalaban en la escuela.
Cuando nos entregaron los
resultados de la PAA, ambos nos sorprendimos por lo cercano de nuestros
resultados, teniendo en cuenta que los dos últimos años de la enseñanza media
fuimos a desequilibrar el sistema autoritario y moral impuesto por la dictadura
y reproducido fielmente por la escuela, con travesuras inocentes, que para la
época eran acciones terroristas, logramos un puntaje que nos brindaba la
posibilidad de postular a una universidad estatal e ingresar sin problemas
considerando los puntajes de cohorte del año anterior.
Hasta el último día en que nos
despedimos dándonos la mano y deseándonos suerte, sopese la consecuencia trascendente
que para mi vida sería separarme de mi único gran amigo y que nunca más lo
vería y volvería a sentir la sensación de estar con alguien que entendiera la complejidad
de comprender que las calles paralelas a las transitadas por la mayoría de la
gente son necesarias para construir el sentido de las cosas importante que
ocurren en la vida.